VI Centenario de la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias




En 2011 comenzó el aniversario de la fundación de una de las cofradías más antiguas de Zamora. El 17 de septiembre de dicho año, memoria de los dolores de la virgen María, trasladada permanentemente en la diócesis zamorana por coincidir con la memoria obligatoria de la consagración de la Catedral, tuvo lugar la procesión extraordinaria con Nuestra Madre de las Angustias, que asistió al primer templo diocesano para conmemorar la efeméride, acompañada por un numeroso grupo de cofrades y fieles que la escoltaron en la histórica jornada.


La cofradía se funda en torno a 1412, en la atmósfera penitencial que había dejado el dominico San Vicente Ferrer en su predicación. El santo valenciano viajó por las tierras de León y de Castilla en torno a esos años (en 1410 es invitado por Juan II), predicando la penitencia, la conversión de los judíos e incluso la llegada del anticristo que marcaría el final de los tiempos. Zamora era en esa época una ciudad importante, con un convento de los dominicos muy influyente (bajo la advocación de San Ildefonso y situado en la zona de la Vega, cercano a la actual ermita de los Remedios) y sobre todo, tenía una comunidad judía importante, con varios templos en la ciudad. La presencia del santo en la ciudad provocó un revuelo importante, tal y como sucedía en otras ciudades, motivando a ello no solo sus encendidas prédicas sino también prácticas como la de la flagelación, llevando siempre consigo a un grupo que lo acompañaba en procesión. Predicó en diversos templos, entre los que destaca San Vicente Mártir (al margen, grabado de la capilla de Nuestra Madre en dicho templo), donde se conserva el púlpito donde se dirigió al pueblo. También se cuenta alguna leyenda, como por ejemplo, la del monje que vivía en el convento de Montamarta, y que por su edad no podía acercarse a la ciudad, pero que milagrosamente escuchó la prédica del santo a distancia; o la de su campana, la misma que utilizaba para las procesiones de penitencia, y que una vez regalada al convento de los dominicos, tañía cada vez que se iba a morir un monje de la casa.


En esa atmósfera nace la cofradía, organizado su procesión en la noche del Viernes Santo con el modelo tradicional de la época, dividiendo a sus cofrades en flagelantes y hermanos de luz. Bajo la influencia de los dominicos, su primigenia advocación es la de la Soledad de María, transformándose después en la de las Angustias, sobre todo tras el auge de la devoción a la Piedad (en la foto, la antigua imagen, del s.XVII, hoy en El Perdigón), que en 1615 se entronizará en su propia capilla, asumiendo así la primacía entre el resto de devociones de la hermandad, y posteriormente, siendo una de las imágenes principales de Zamora, cuya procesión era la más devota de la ciudad, siendo la única que podía salir de noche. La cofradía tuvo una importante pujanza, y buena prueba de ello era el número de pasos que sacaba a la calle. Conocemos, por una placa donde podemos ver la capilla, que poseía como mínimo las imágenes de la Verónica, Ecce Homo, Virgen de la Soledad, Cristo con la cruz a cuestas y San Vicente Ferrer, aunque parece que también se tiene constancia de la existencia del paso de Cristo entre los ladrones o un Jesús atado a la columna. Según van pasando los siglos, la cofradía irá desfilando con un menor número de imágenes, sobreviviendo solo San Vicente y la Virgen de las Espadas, dejando de desfilar en 1951 y en 1969 respectivamente. Así la cofradía se configura a partir de ese año como una hermandad devocional que desfila con su imagen titular, Nuestra Madre de las Angustias, cerrando el relato iconográfico del Viernes Santo. En 1994, por el deseo de incorporar a la Semana Santa zamorana la imagen del Santo Cristo, venerado en el antiguo altar de la Cruz de Carne, se incorpora al desfile de Nuestra Madre, e igualmente en 2010 lo hace la Virgen de las Espadas, con la intención de recuperar el pasado histórico y devocional de la hermandad. El Viernes Santo de 2012, volvió a desfilar la imagen de San Vicente Ferrer, como hecho extraordinario motivado por el VI centenario de la cofradía.


La antigua procesión recorría el itinerario habitual de las cofradías zamoranas. En este caso, tras el sermón de la Soledad (acto que provocó un pleito con el Santo Entierro por las similitudes con el Descendimiento), bajaba la cuesta de San Vicente, subiendo por el Riego, Renueva, encaminándose hacia San Ildefonso, donde hacía estación y veneraba los Cuerpos Santos, bajando posteriormente hacia el barrio de Santa Lucía y subiendo Balborraz, para entrar posteriormente a San Vicente. El recorrido no varió mucho durante varios siglos, cambiando la iglesia de estación o el sermón de lugar, siempre entre San Vicente, San Ildefonso o la Catedral, hasta que en 1935 se decide recorrer las calles del centro, de manera similar a la Virgen de la Soledad.

Aunque la devoción a la Virgen de las Angustias ha permanecido inalterable durante siglos, su cofradía, en cambio, se ha visto alterada por diversos pleitos que disminuyeron su actividad e incluso condujeron a su disolución, tal y como se relata en la obra Historia de una devoción, de Florián Ferrero y Alberto Martín. La relación con los vizcondes de Garcigrande siempre fue compleja, existiendo diversos procedimientos jurídicos con motivo de su defensa de ciertos privilegios y otras prebendas. Uno de ellos, en 1776, debió debilitar bastante a la cofradía, no existiendo en la solución de dicho pleito una disolución propiamente dicha,  pero sí se registra el cese de la cofradía en 1777, así como la orden en el reparto de sus bienes. Se desconoce la razón de esta disolución, si bien pudo ser consecuencia indirecta de este pleito o bien se agravó la situación que pudo generar la prohibición de la disciplina pública aprobada por el obispo Antonio Jorge Galván en 1769. Sea como sea, en el año 1777, los bienes de la cofradía se reparten entre la parroquia y los pobres de la cárcel, cerrando así su primera etapa histórica.


La segunda etapa la inicia en 1865 la Confraternidad de Siervos de María, Orden Tercera que buscará por un lado rescatar la antigua tradición de la perdida cofradía, la devoción que nunca disminuyó a la Virgen de las Angustias, en el marco de la espiritualidad servita, la de los dolores de María. Pronto se inició el conflicto con el vizconde de Garcigrande, el cual tuvo su culmen en 1884, con motivo de la posición del estandarte portado por un representante del vizconde. El pleito posiblemente terminó con la disolución de la Confraternidad, siendo la última acta conservada en 1888. Es necesario recordar que será en este etapa cuando se encargue la actual talla de Nuestra Madre de las Angustias, tallada por Ramón Álvarez en 1879, costeada por la feligresía, el vizconde y la Confraternidad.

Tras esta nueva disolución, la procesión de la noche del Viernes Santo es asumida por la parroquia, con un fuerte carácter devocional y popular. Cuando en 1909 se realiza el primer traslado de la Virgen de la Soledad en la tarde del Sábado Santo, la procesión de las Angustias empieza a entrar en decadencia. La preocupación por este desfile, motiva un nuevo impulso que será iniciado por la Junta de Fomento de la Semana Santa, creando la actual Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias en 1927. La propuesta irá acompañada incluso con la cesión de un nuevo paso: El retorno del sepulcro, que desfilará en la noche del Viernes Santo hasta 1949, retirado al considerar que la escena no encaja en el desfile, incorporándose posteriormente al desfile del Santo Entierro.


La cofradía ha celebrado diversas procesiones extraordinarias a lo largo de su historia, especialmente podemos resaltar la debida a la inauguración de su capilla en 1680. Por dicho motivo, se trasladó la imagen a la Catedral el 10 de septiembre, retornando al día siguiente sobre el carro triunfante del Corpus y siendo también acompañada por los Gigantes de la ciudad. Incluso el Ayuntamiento se sumó a la efeméride celebrando una corrida de toros por dicho motivo. Lo que demuestra la fuerte devoción que llegó a tener la antigua imagen de Nuestra Madre de las Angustias, es su configuración como imagen de rogativas, en sustitución de la Procesión de las Imágenes, la cual tuvo una serie de incidentes muy graves en 1734, fecha desde la cual se iniciará un movimiento para prohibirla. Tal y como relatan Florián Ferrero y Alberto Martín en su obra, tras los incidentes de 1734 en la anterior rogativa citada, en escasos 9 años, la imagen de la Virgen de las Angustias llega a salir en rogativa hasta cinco veces, todas con motivo de sequía, lo que demuestra que se configura como una alternativa devocional a la antigua tradición.

Así, la cofradía llega hasta el presente siendo consciente de ser la depositaria de una devoción histórica que sigue llegando al corazón de los zamoranos, promoviendo la devoción a los dolores de la santísima Virgen, madre del Redentor. En la actualidad, continúa organizado su procesión en la noche del Viernes Santo, acompañando a Nuestra Madre de las Angustias junto a los pasos de la Virgen de las Espadas y el Santo Cristo, titulado popularmente de la Cruz de Carne. Durante todo el año, la capilla de Nuestra Madre de las Angustias está abierta al culto y a la devoción de los zamoranos. 


Obra de referencia: Historia de una devoción. Florián Ferrero y Alberto Martín. 2012.


Otras entradas:


Nuestra Madre de las Angustias (aquí)
Virgen de las Espadas (aquí)
Santo Cristo (de la Cruz de Carne) (aquí)


VI Centenario de la cofradía de Nuestra Madre de las Angustias (aquí)
La Semana Santa de Zamora en el s.XVII (aquí)
Ramón Álvarez, imaginero (aquí)

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